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Los hebreos fueron esclavos de Egipto durante muchos años hasta que Dios utilizó a un hombre llamado Moisés para liberarlos del faraón, el rey de Egipto.<br/>Empuñando el bastón de Dios, Moisés guio a los emocionados hebreos fuera de Egipto atravesando los hostiles valles del desierto hasta llegar al Mar Rojo.<br/>El sol del desierto era feroz pero Dios lo tenía todo planeado. Durante el día Dios avanzaba con una columna de nubes que mantenía frescos a los hebreos. Durante la noche, cuando el desierto se volvía frío y oscuro, Dios enviaba una columna de fuego que iluminaba el cielo como si hubiera fuegos artificiales y que mantenía calientes a los hebreos.<br/>Las columnas de nubes y de fuego mostraban a los hebreos el camino que Dios quería que tomaran.<br/>El faraón estaba furioso porque los hebreos se habían marchado de Egipto. Su corazón se había endurecido como una piedra. Ya había olvidado las terribles plagas que Dios había enviado sobre su tierra un tiempo atrás. El faraón reunió  todos sus caballos, carrozas y soldados, y todos juntos cruzaron el desierto lo más rápido que pudieron con el fin de alcanzar a los hebreos. – Número de diapositiva 1
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Cuando los judíos llegaron al Mar Rojo, Dios dijo a Moisés: “Dile a tu gente que acampe aquí. He endurecido el corazón del faraón, así que su ejército vendrá a por vosotros. Pero yo me encargaré de sus soldados. Así los egipcios sabrán que Yo soy Dios”.<br/>Muy pronto el ejército egipcio apareció en la lejanía. Mientras se acercaba al campamento, los hebreos fueron presas del terror. Dijeron a Moisés: “¿Por qué nos has traído al desierto para morir?”.<br/>Atrapados entre las aguas del Mar Rojo y el ejército egipcio, los fugitivos se lamentaban: “Moisés, ¿no te dijimos que nos permitieras quedarnos en Egipto? ¡Estábamos mejor siendo esclavos!”.<br/>“No temáis”, dijo Moisés. “Dios nos salvará del faraón. Nunca más volveréis a ver a los egipcios, así que calmaos y guardad silencio”.<br/>Mientras Moisés hablaba, una nube apareció entre el ejército egipcio y los hebreos atrapados. Todo se volvió oscuro como la noche para los egipcios, pero para los hebreos seguía habiendo claridad como durante el día. ¡El faraón y sus soldados no podían ver absolutamente nada! – Número de diapositiva 2
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Dios dio más instrucciones a Moisés: “Extiende tu bastón y el mar se dividirá en dos partes. Di a la gente que camine a lo largo del sendero que abriré a través de las aguas. Alcanzarán el otro lado sanos y salvos, pero los egipcios no lo conseguirán”.<br/>Moisés escuchó a Dios y alzó el bastón sobre el mar. Esa noche un fuerte viento sopló hasta que el mar se separó. Dos grandes paredes de agua se levantaron hasta donde alcanzaba la vista.<br/>Los hebreos contemplaron las paredes de agua frente a ellos. ¡Eran más altas que la más alta de las pirámides! No podían creer lo que veían. Dios había abierto un sendero a través del mar para que ellos pasaran.<br/>Sosteniendo el bastón, Moisés extendió su brazo hacia el mar: “Tomad vuestros animales y seguid el sendero”, dijo a los atemorizados hebreos. <br/>Éstos sabían que los egipcios no se encontraban muy lejos, así que sentían un gran miedo. Juntaron sus animales y se apresuraron a través de la playa hacia el sendero. – Número de diapositiva 3
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Muros de agua se elevaban como montañas sobre los hebreos. El viento soplaba y el mar rugía. Sus corazones palpitaban desbocados , mientras corrían tan rápido como podían a lo largo del sendero, a través del agua.<br/>Cuando el faraón vio lo que estaba sucediendo, envió a sus soldados tras los hebreos. Pero Dios estaba vigilante y desató el pánico entre las fuerzas egipcias.  Los caballos estaban aterrados, los soldados se atascaron en la arena y las ruedas de las carrozas se rompían en el lodo. ¡Las cosas no marchaban bien para los egipcios!<br/>“Su Dios está luchando por ellos”, se gritaban los egipcios entre sí. “¡Vámonos de aquí!”. <br/>Pero era demasiado tarde. Cuando Moisés y los hebreos finalmente alcanzaron el otro lado, Dios dijo: “Moisés, extiende tu mano sobre el mar y el agua cubrirá a los egipcios”.<br/>Moisés hizo lo que Dios le había dicho y las enormes paredes de agua se derrumbaron sobre los soldados egipcios y sus carros. El ejército del faraón quedó destruido por completo. – Número de diapositiva 4
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Bailando y cantando, los hebreos alabaron a Dios y le dieron gracias por salvar sus vidas. Habían alcanzado el desierto de Shur. En el desierto, Dios les dio unas reglas para que las cumplieran. Dijo a su pueblo: “Si obedecéis mis instrucciones, no tendréis los mismos problemas que tuvieron los egipcios”.<br/>Los hebreos escucharon atentamente, pero siguieron quejándose a Moisés: “Nuestra vida era mejor en Egipto. Nos has traído a este desierto polvoriento para dejarnos morir de hambre. No tenemos nada que comer”.<br/>Una vez más, Dios escuchó las quejas de los hebreos: “Moisés, dile a la gente que les enviaré comida todos los días de la semana menos uno. Ese día deberán descansar. Ese día se llamará el Sabat. Quiero ver si cumplen mis instrucciones”.<br/>A partir de entonces, cuando por la mañana los hebreos abrían sus tiendas, encontraban el suelo cubierto por pequeñas hojuelas de pan, tan gruesas como copos de nieve. Aquel alimento se llamaba maná y sabía a miel. <br/>Cada tarde antes de la cena, Dios enviaba bandadas de pájaros al campamento, para que los hebreos los cazaran y los comieran. Los pájaros se llamaban codornices y eran tan sabrosas como el pollo. Los hebreos no lo sabían, pero iba a pasar cuarenta años allí en el desierto. – Número de diapositiva 5
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Moisés guio a los hebreos a través del desierto a un lugar llamado Refidim para plantar ahí su campamento. No pasó mucho tiempo antes de que aparecieran nuevas quejas: “Moisés, ¿nos sacaste de Egipto para matarnos? No tenemos nada que beber”.<br/>Moisés suspiró frustrado. “Dios, estas personas están a punto de apedrearme. ¿Qué puedo hacer?”.<br/>“Golpea una roca con tu bastón”, le dijo Dios. “De ella brotará agua que todos podrán beber”. Moisés creyó a Dios, hizo lo que Él le había dicho y de la roca manó agua fresca.<br/>Pero los problemas de los hebreos aún no se habían acabado. Pronto los sanguinarios amalecitas aparecieron en el horizonte. Habían oído hablar de las terribles plagas de Egipto y de la aniquilación del ejército del faraón. “¡Ha llegado la hora de conquistar Egipto!”, se dijeron. Pero los hebreos se hallaban en su camino. Los amalecitas afilaron sus cuchillos, listos para entrar en batalla.<br/>Moisés avistó a los amalecitas y dijo a Josué: “Elige algunos hombres para luchar contra esos nómadas”. Rápidamente, Josué escogió a los hombres más duros y fuertes que pudo encontrar y los dirigió hacia la batalla.<br/>Moisés permaneció en pie sobre una roca bajo el sol caliente, observando a los hombres pelear todo el día. Cuando alzaba sus brazos hacia el cielo los hebreos, pero cuando los bajaba los amalecitas empezaban a imponerse. Aarón y su amigo Hur estaban allí para ayudar a Moisés. Cuando los brazos de Moisés se cansaban, Aarón y Hur se colocaban a su lado mantenían sus brazos levantados sobre su cabeza.<br/>Con Dios de su lado, los hebreos se enfrentaron a sus enemigos, venciéndolos. Los amalecitas desaparecieron en el desierto. – Número de diapositiva 6
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Moisés estaba ansioso por continuar el viaje a través del desierto. Se sentía nuevamente en tierra conocida. Después de todo, había vivido en el desierto antes de ir a rescatar al pueblo de Dios. Siguiendo las instrucciones de Moisés, los judíos recogieron sus tiendas y se dirigieron hacia una montaña llamada Sinaí.<br/>Imagínate a todos los miembros de tu familia de acampada durante cuarenta años.  ¿Crees que os llevaríais bien todo el tiempo? Pues eso también les pasó a los hebreos. Moisés trató de resolver los problemas. Pero había tantos que sus oídos se cansaron de escucharlos. Por suerte, Jetro, el suegro de Moisés, tuvo una idea:<br/>“Moisés, te vas a agotar escuchando los problemas de todos. Tu trabajo es guiar a este pueblo. Deja que otros hombres se encarguen de los asuntos cotidianos”.<br/>Aunque Moisés era el jefe, pensó en lo que Jetro le había dicho. Eligió hombres sabios y los puso a cargo de la gente. – Número de diapositiva 7
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Tres meses después de que los hebreos abandonaran Egipto, llegaron al Monte Sinaí. Mientras instalaban el campamento, Dios habló a Moisés: “Diles a todos que laven sus ropas y se preparen. En tres días bajaré de las montañas”.<br/>En la mañana del tercer día, una nube oscura y densa apareció sobre la cima del Monte Sinaí. Truenos y relámpagos estallaban y retumbaban en el cielo. El sonido de un cuerno celestial resonó por todo el desierto.<br/>Moisés llevó a los hebreos fuera del campamento para se encontraran con Dios.  Con las piernas temblorosas como la gelatina, contemplaron al humo que se elevaba de la montaña. “¿Qué nos está pasando?”, se preguntaron. Tenían mucho miedo de la presencia de Dios.<br/>El sonido del cuerno se hizo más fuerte. Entonces, una voz poderosa tronó a través del desierto: “Soy el Señor vuestro Dios, el que os sacó de Egipto y os liberó de la esclavitud”.<br/>Los hebreos se postraron con rostro contra el suelo, sus corazones latían con temor.  Las instrucciones de Dios para su pueblo iban a ser reveladas. Una nación estaba a punto de nacer. – Número de diapositiva 8
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Con el destello de un relámpago y el estruendo de un trueno, Dios habló con estas palabras a su pueblo. <br/>I.	“No tendréis otros dioses aparte de Mí.”<br/>II.	“No construiréis imágenes o estatuas para alabarme.”<br/>III.	“No tomaréis Mi nombre en vano.”<br/>IV.	“Observaréis y santificaréis el Sabat por Mí.”<br/>V.	“Honraréis a vuestro padre y a vuestra madre.”<br/>VI.	“No mataréis.”<br/>VII.	“No cometeréis adulterio.”<br/>VIII.	“No robaréis.”<br/>IX.	“No ofreceréis falso testimonio sobre vuestros semejantes.”<br/>X.	“No codiciaréis los bienes del prójimo.”<br/>Desde la montaña, Dios habló con estas palabras a su pueblo. Las primeras cuatro instrucciones les enseñaban a todos cómo deseaba Dios que le amaran y le sirvieran. El resto de instrucciones mostraban cómo quería Dios que su pueblo actuara, respetándose mutuamente. – Número de diapositiva 9
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Temblando de miedo, los israelitas se taparon los oídos: “De ahora en adelante, dinos lo que Dios diga”, pidieron a Moisés. “Si Dios nos habla nuevamente, moriremos”.<br/>“No tengáis miedo”, les tranquilizó Moisés. “Dios ha venido para poneros a prueba y para asegurarse de que le obedeceréis y que no cometeréis pecados”.<br/>Mientras los israelitas miraban hacia la montaña que soltaba humo, Dios continuó dándole instrucciones a Moisés. Entonces Moisés levantó un altar y colocó doce grandes piedras, una por cada una de las tribus de Israel. Reunieron algunos animales, los sacrificaron y los quemaron sobre el altar para mostrar a Dios que obedecerían sus mandamientos.<br/>Una vez los israelitas terminaron de quemar sus ofrendas, Moisés subió a la montaña ascendiendo dentro de una nube. Durante cuarenta, días Dios instruyó a Moisés acerca de su alianza para que pudiera enseñar a los israelitas los designios de Dios. Moisés escuchó atentamente todo lo que Dios le dijo, y grabó las Palabras de Dios en dos tablas de piedra para mostrarlas más tarde a su pueblo. – Número de diapositiva 10
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Abajo en el campamento, los israelitas empezaban a inquietarse: “No hemos visto a Moisés durante semanas. Podría estar muerto”. Sin sopesar las consecuencias idearon un plan bastante estúpido.<br/>“Vamos a crear nuestra propia imagen de Dios”, dijeron a Aarón.<br/>Sin el apoyo de su hermano Moisés, Aarón no estaba seguro de lo que debía hacer.  Quería complacer a la gente. Dirigió un vistazo nervioso a la montaña y dijo: “Traedme todas vuestras joyas de oro”.<br/>Aarón derritió las joyas de oro y moldeó una imagen con forma de becerro. Luego levantó otro altar de piedra y, después de que la gente realizara una ofrenda de paz, celebraron una fiesta que duró todo el día y toda la noche. – Número de diapositiva 11
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Dios vio lo que ocurría en el campamento. Dijo a Moisés: “¡Mira! Mi pueblo está adorando a un becerro hecho de oro. Déjame solo. Tal vez debería barrerlos y comenzar de nuevo contigo”.<br/>Moisés rogó a Dios que no matara a los israelitas. “Por favor, no destruyas a tu pueblo, al que sacaste de Egipto. Recuerda tu promesa a Abraham, Isaac y Jacob de convertirlo en una gran nación”.<br/>Dios escuchó el llanto de Moisés y se compadeció. Había permitido el mal comportamiento de los israelitas para poner a prueba el corazón de Moisés. Le dijo que no juzgaría a su pueblo.<br/>Moisés se alegró con la decisión de Dios. Pero no estaba contento con el comportamiento de los israelitas. Tomó las tablas de piedra bajo sus brazos y descendió la montaña a la carrera, de vuelta al campamento.<br/>Cuando Moisés vio a su pueblo adorando a un dios falso, se enojó y arrojó al suelo las tablas, que se rompieron en pedazos. “¿Por qué habéis creado este becerro de oro?”, preguntó a Aarón.<br/>Avergonzado, Aaron bajó la cabeza: “Ya sabes cómo es la gente. Llevabas mucho tiempo fuera. La gente se asustó, entonces tomé su oro, lo introduje y de ahí salió este becerro…” Moisés estaba furioso. Ordenó que fundieran el becerro y lo convirtieran en polvo. Luego lo vertió en el agua y ordenó a los israelitas beberla, para castigarlos por lo que habían hecho. – Número de diapositiva 12
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Moisés entendía por qué Dios estaba tan enojado. Se colocó en la entrada del campamento y gritó: “¡Quiénes estén de parte de Yahvé, que se unan a mí!”.<br/>Un grupo de israelitas se agrupó alrededor de Moisés. Les dijo: “Tomad vuestras armas y recorred el campamento. Encontrad a quienes todavía quieran adorar a estos falsos dioses”.<br/>Ese día, tres mil personas murieron porque querían adorar a sus falsos dioses en lugar de adorar al Dios verdadero, Yahvé.<br/>Moisés caminó nuevamente hasta la cima de la montaña y rogó a Dios que perdonara a su gente. Pero Dios los castigó por haber hecho el becerro. Envió una plaga sobre los israelitas para recordarles cuán enojado estaba.<br/>Con su propio dedo, Dios escribió Sus Palabras sobre unas nuevas tablas de piedra. – Número de diapositiva 13
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Mientras los israelitas estaban en el desierto, Dios pidió a Moisés que plantara una tienda especial llamada tabernáculo donde la gente pudiera adorarle. Nunca antes se había levantado una tienda así u, de modo que Dios les dijo qué hacer.  <br/>Los israelitas escucharon atentamente y fabricaron piezas de mobiliario para disponerlas dentro de la tienda. La pieza más importante que elaboraron fue una caja de madera cubierta de oro. En su interior guardaba las Palabras de Dios, que representaban Su Alianza con Su pueblo. La caja fue conocida como el Arca de la Alianza.<br/>Dios nombró a Aarón encargado del tabernáculo y lo llamó Sumo Sacerdote.  Como parte de esta tarea especial, Aarón y sus hijos usaban ropas diferentes y ayudaban a la gente a adorar a Dios.<br/>Cuando los israelitas terminaron de preparar la tienda especial, una gran nube descendió sobre el campamento y el tabernáculo se llenó de la presencia de Dios.  A partir de entonces, cuando la nube se movía los israelitas sabían que era hora de recoger sus tiendas y continuar el viaje. – Número de diapositiva 14
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Dios sabía que su pueblo había aprendido a adorar a falsos dioses mientras estuvo esclavizado en Egipto. “No viváis como los egipcios”, dijo a su gente. “Ellos me desobedecen y adoran a falsos dioses, y esto no es bueno”.<br/>“Moisés, enséñales a celebrar mis fiestas”, dijo Dios. “Éstos son mis momentos especiales para que mi pueblo se reúna y realice un ensayo general”.<br/>Moisés explicó las festividades de Dios a los israelitas. Les habló acerca de las Fiestas de Pascua, el pan ácimo, la ofrenda de los primeros frutos y Pentecostés.  Seguidamente les explicó las Fiestas de las Trompetas, el Día del Perdón, la Fiesta de los Tabernáculos y la del Último Gran Día.<br/>“Éstos son los momentos y fechas especiales para Dios”, dijo Moisés. “Nos hablan sobre las promesas y los planes de Dios. Él quiere que honremos y recordemos estas fechas para siempre”<br/>Los israelitas comenzaron a seguir los caminos de Dios en vez de las costumbres de Egipto, y Dios estaba complacido. – Número de diapositiva 15
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Los israelitas continuaron su viaje a través del desierto. Cuando se acercaban a la tierra de Canaán, Dios dijo a Moisés: “Envía doce hombres a que exploren la tierra que te he prometido”.<br/>Moisés eligió a un espía de cada una de las Doce Tribus de Israel, entre ellos dos hombres llamados Caleb y Josué.<br/>“Quiero saber cómo es Canaán”, dijo Moisés a aquellos hombres. “¿Son fuertes sus gentes? ¿En qué tipo de ciudades viven? ¡Si os atrevéis, tomad algunos frutos de sus viñedos, regresad y contádmelo todo!”.<br/>Los espías exploraron la gran tierra de Canaán durante cuarenta días. Pero se llevaron una gran sorpresa. ¡Allí había unos temibles gigantes, tan altos como cedros! ¡Los expedicionarios nunca habían visto personas tan enormes!<br/>Temblando de miedo, corrieron de regreso al campamento tan rápido como sus piernas tambaleantes podían llevarlos. – Número de diapositiva 16
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De vuelta en el campamento, los espías mostraron a Moisés un gran racimo de uvas. “La tierra está regada por leche y miel. Pero los hombres son feroces. ¡Hasta tropezamos con los sanguinarios amalequitas! De ninguna manera podríamos vivir allí”.<br/>Caleb y Josué, quienes eran mucho más valientes que los otros hombres, hablaron: “¿Qué estáis diciendo? Aquella tierra es increíble. ¡Vayamos y conquistémosla ahora!”.<br/>“No podemos atacar a esa gente”, aseguraron los hombres asustados. “¿Acaso no habéis visto a los gigantes? Ellos son mucho más grandes y fuertes que nosotros.  Parecíamos saltamontes comparados con ellos. ¿Os habéis vuelto locos?”.  <br/>Caleb y Josué tenían una gran fe en Dios e insistieron ante los israelitas. “No tenemos nada de qué preocuparnos. Dios está de nuestro lado. Él nos entregará la tierra que nos prometió”. – Número de diapositiva 17
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Pero los israelitas no habían aprendido a confiar en Dios y se negaban a creer a Josué y a Caleb. Se quejaron, se lamentaron y lloraron durante toda la noche.<br/>“Desearíamos haber muerto en el desierto. ¿Por qué Dios nos ha traído hasta esta tierra para matarnos? Elijamos a otro líder y regresemos a Egipto”.<br/>Dios estaba muy enojado por su falta de fe. “¿Cuánto tiempo tendré que soportar las quejas de mi pueblo? ¡Nunca dejan de quejarse! ¡Si es así como se sienten, ninguno de ellos verá esta tierra!”.<br/>Para castigarlos por su falta de fe, Dios hizo que los israelitas vivieran en el desierto hasta que todos los adultos murieron. Sólo sus hijos podrían entrar en la nueva tierra. – Número de diapositiva 18
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Moisés debió haber confiado en Dios porque guiar a los israelitas durante cuarenta años en el desierto no fue fácil. Se cansó de su falta de fe. Disputaron muchas batallas y se rebelaron contra de Dios muchas veces.<br/>Y siguieron quejándose. “No tenemos agua para beber”.<br/>Un día, Moisés creyó que había aguantado suficiente. Tomó el bastón y se levantó.  “¡Oídme, rebeldes! ¿Es que Dios y yo debemos sacar agua de esta roca para vosotros?”. —Golpeó la roca con el bastón y de ella manó agua.<br/>Dios no estaba contento con el comportamiento de Moisés. “Moisés, ¿has hecho brotar agua de la roca? Por haber robado Mi Gloria, no entrarás en la tierra que le he dado a mi gente”.<br/>Moisés se sujetó la cabeza con las manos. “¿Qué he hecho?”, se preguntó. Había guiado a su pueblo a través del desierto durante cuarenta años y ahora no se le permitía entrar en la Tierra Prometida. <br/>Moisés suplicó a Dios: “Por favor, permíteme cruzar el río Jordán para ver es tierra”.  Pero Dios no cambió de idea: “¡Ya basta, Moisés! No vuelvas a hablarme de este tema”. – Número de diapositiva 19
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Moisés siguió confiando en Dios y siguió guiando a su pueblo. Finalmente, cuando cumplió 120 años, Dios le dijo que era hora de que Josué se encargara de los israelitas.<br/>Moisés reunió a todos y les recordó las instrucciones de Dios: “Habéis visto todo lo que Dios ha hecho por vosotros. Obedeced sus instrucciones y la vida será mejor”.<br/>Entonces Moisés abandonó las llanuras de Moab y subió a la cima de una montaña llamada Nebo. En lo alto de la montaña, Dios le mostró a Moisés la tierra que había prometido a su pueblo, que ahora eran las Doce Tribus de Israel.<br/>Dios dijo: “Juré que entregaría esta tierra a Abraham, Isaac y Jacob. Prometo que se la daré a tus descendientes”. Aunque Moisés no pisó la Tierra Prometida, Dios estaba satisfecho con él. Sentía un gran amor por su humilde sirviente. Cuando Moisés murió, Dios mismo lo enterró en la tierra de Moab.<br/>Josué era ahora el líder de Israel. Tomando el bastón, lo levantó sobre su cabeza y gritó a los israelitas: “¡Dios está con nosotros! ¡Es hora de tomar la Tierra Prometida!”. – Número de diapositiva 20
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