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Pablo y Silas en prisión

Pablo, Silas y el carcelero de la cárcel de Filipos.
Contribución de Frances Lee
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Pablo y Silas habían llegado a Filipos para anunciar a la gente la buena noticia de Jesús. Una joven que estaba bajo el control de un espíritu maligno trabajaba como adivina en la ciudad. – Número de diapositiva 1
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Sus dotes adivinatorias le reportaron mucho dinero a sus dueños. Cuando vio a Pablo y a Silas, los siguió gritando: “Estos hombres están trabajando para el Dios Altísimo. Están diciendo a la gente cómo pueden salvarse”. – Número de diapositiva 2
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Ella hizo esto por varios días hasta que Pablo se volvió y le ordenó al espíritu maligno que estaba dentro de ella: “¡Fuera! ¡En el nombre de Jesucristo, sal de ella!”. Y así fue como desapareció. – Número de diapositiva 3
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Cuando sus amos vieron que su habilidad para adivinar había desaparecido y que ya no podían ganar dinero con ella, fueron tras Pablo y Silas, los maltrataron y los arrastraron hasta la plaza del mercado. Se reunió una multitud y los llevaron ante los jueces de la ciudad. Los jueces ordenaron que los golpearan y los arrojaran a la cárcel. Le dijeron al carcelero que los pusiera bajo fuerte vigilancia para que no tuvieran posibilidad de escapar. El carcelero los metió en la cárcel y les puso grilletes en los pies. – Número de diapositiva 4
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A eso de la medianoche, Pablo y Silas estaban orando y alabando a Dios. Los otros presos escuchaban asombrados. – Número de diapositiva 5
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Entonces, sin previo aviso, se produjo un gran terremoto. La prisión se sacudió, todas las puertas se abrieron de golpe y las cadenas de todos los prisioneros se soltaron. – Número de diapositiva 6
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El carcelero vio que todas las puertas se balanceaban sueltas sobre sus goznes. Pensó que todos los prisioneros habían escapado y sacó su espada para suicidarse, pensando que de todos modos ya estaba muerto. – Número de diapositiva 7
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Pablo lo detuvo: “¡No hagas eso! ¡Estamos todos aquí! ¡Nadie ha huido!”.<br/>El carcelero, muy conmocionado, se desplomó delante de Pablo y Silas y preguntó: “Señores, ¿qué tengo que hacer para ser salvo?”.<br/>Ellos respondieron: “Confíen plenamente en Jesús y serán salvos”. – Número de diapositiva 8
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El carcelero se hizo cristiano. Llevó a Pablo y a Silas a su casa, donde les curó las heridas. Luego, él y todos los miembros de su familia fueron bautizados.<br/>A la mañana siguiente, Pablo y Silas fueron liberados de la cárcel y, después de animar a todos los nuevos cristianos de Filipos, continuaron su viaje. – Número de diapositiva 9
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Número de diapositiva 10