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Al día siguiente, muchos de los que habían ido a la fiesta se enteraron de que Jesús se dirigía a Jerusalén. Tomaron ramas de palma y salieron a recibirlo mientras gritaban a voz en cuello:<br/>—¡Hosanna!<br/>—¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!<br/>—¡Bendito el Rey de Israel!<br/>Jesús encontró un burrito y se montó en él, como dice la Escritura:<br/>«No temas, oh hija de Sión; mira, que aquí viene tu rey,<br/>montado sobre un burrito». Al principio, sus discípulos no entendieron lo que sucedía. Solo después de que Jesús fue glorificado se dieron cuenta de que se había cumplido en él lo que de él ya estaba escrito.<br/>Juan 12:12–16 – Número de diapositiva 1
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Cuando llegó la hora, Jesús y sus apóstoles se sentaron a la mesa. Entonces les dijo:<br/>—He tenido muchísimos deseos de comer esta Pascua con ustedes antes de padecer.(…) <br/>También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo:<br/>—Esto es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí.<br/>Lucas 22:14–15,19 – Número de diapositiva 2
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De la misma manera, tomó la copa después de cenar y dijo:<br/>—Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes. Pero sepan que la mano del que va a traicionarme está con la mía sobre la mesa. El Hijo del hombre se irá según está determinado, pero ¡ay de aquel que lo traiciona!<br/>Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos haría esto.<br/>Lucas 22:20–23 – Número de diapositiva 3
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Jesús salió de la ciudad y, como de costumbre, se dirigió al monte de los Olivos y sus discípulos lo siguieron. Cuando llegaron al lugar, les dijo: «Oren para que no caigan en tentación».<br/>Lucas 22:39–40 – Número de diapositiva 4
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Entonces se separó de ellos a una buena distancia, se arrodilló y empezó a orar: «Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya». Entonces se apareció un ángel del cielo para fortalecerlo. Pero como estaba angustiado, se puso a orar con más fervor y su sudor era como gotas de sangre que caían a tierra.<br/>Lucas 22:41–44 – Número de diapositiva 5
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Todavía estaba hablando Jesús cuando se apareció una turba, y al frente iba uno de los doce, el que se llamaba Judas. Este se acercó a Jesús para besarlo,  pero Jesús le preguntó:<br/>—Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre?<br/>Los discípulos que lo rodeaban, al darse cuenta de lo que pasaba, dijeron:<br/>—Señor, ¿atacamos con la espada?<br/>Y uno de ellos hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha.<br/>—¡Déjenlos! —ordenó Jesús.<br/>Entonces tocó la oreja al hombre y lo sanó. Luego dijo a los jefes de los sacerdotes, a los capitanes del Templo y a los líderes religiosos, que habían venido a prenderlo:<br/>—¿Acaso soy un bandido para que vengan con espadas y palos? Todos los días estaba con ustedes en el Templo y no se atrevieron a ponerme las manos encima. Pero ya ha llegado la hora de ustedes, cuando reinan las tinieblas.<br/>Lucas 22:47–53 – Número de diapositiva 6
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Al amanecer, se reunieron los líderes religiosos del pueblo, tanto los jefes de los sacerdotes como los maestros de la Ley, e hicieron comparecer a Jesús ante el Consejo.<br/>—Si eres el Cristo, dínoslo —le exigieron.<br/>Jesús contestó:<br/>—Si se lo dijera a ustedes, no me lo creerían y, si les hiciera preguntas, no me contestarían. Pero de ahora en adelante el Hijo del hombre estará sentado a la derecha del Dios Todopoderoso.<br/> —¿Eres tú, entonces, el Hijo de Dios? —preguntaron a una voz.<br/>Y él les dijo:<br/>—Ustedes mismos lo dicen.<br/>—¿Para qué necesitamos más testimonios? —resolvieron—. Acabamos de oírlo de sus propios labios.<br/>Lucas 22:66–71 – Número de diapositiva 7
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Pilato entonces reunió a los jefes de los sacerdotes, a los gobernantes y al pueblo y les dijo:<br/>—Ustedes me trajeron a este hombre acusado de fomentar la rebelión entre el pueblo, pero resulta que lo he interrogado delante de ustedes sin encontrar que sea culpable de lo que ustedes lo acusan. Y es claro que tampoco Herodes lo ha juzgado culpable, puesto que nos lo devolvió. Como pueden ver, no ha cometido ningún delito que merezca la muerte, así que le daré una paliza y después lo soltaré.<br/>Lucas 23:13–17 – Número de diapositiva 8
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Pero todos gritaron a una voz:<br/>—¡Llévate a ese! ¡Suéltanos a Barrabás!<br/>A Barrabás lo habían metido en la cárcel por una rebelión en la ciudad y por homicidio. Pilato, como quería soltar a Jesús, apeló al pueblo otra vez, pero ellos se pusieron a gritar:<br/>—¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!<br/>Por tercera vez les habló:<br/>—Pero ¿qué crimen ha cometido este hombre? No encuentro que él sea culpable de nada que merezca la pena de muerte, así que le daré una paliza y después lo soltaré.<br/>Pero a voz en cuello ellos siguieron insistiendo en que lo crucificara y con sus gritos se impusieron. Por fin Pilato decidió concederles su demanda: soltó al hombre que le pedían, el que por insurrección y homicidio había sido echado en la cárcel, y dejó que hicieran con Jesús lo que quisieran.<br/>Lucas 23:18–25 – Número de diapositiva 9
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Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al palacio y reunieron a toda la tropa alrededor de él. Le quitaron la ropa y le pusieron un manto color escarlata. Luego trenzaron una corona de espinas y se la colocaron en la cabeza; en la mano derecha le pusieron una vara. Arrodillándose delante de él, se burlaban diciendo:<br/>—¡Viva el rey de los judíos!<br/>También lo escupían y con la vara golpeaban su cabeza.  Después de burlarse de él, le quitaron el manto, le pusieron su propia ropa y se lo llevaron para crucificarlo.<br/>Mateo 27:27–31 – Número de diapositiva 10
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Al salir, encontraron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón y lo obligaron a llevar la cruz. Llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa «Lugar de la Calavera». Allí dieron a Jesús vino mezclado con hiel; pero después de probarlo, se negó a beberlo. Lo crucificaron y repartieron su ropa, echando suertes. Y se sentaron a vigilarlo. (…)<br/>Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde toda la tierra quedó en oscuridad. (…)<br/>Entonces Jesús volvió a gritar con fuerza y entregó su espíritu.<br/>Mateo 27:32–36, 45, 50 – Número de diapositiva 11
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El primer día de la semana, muy de mañana, las mujeres fueron al sepulcro, llevando las especias aromáticas que habían preparado. Encontraron que había sido removida la piedra que cubría el sepulcro y, al entrar, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras se preguntaban qué habría pasado, se les presentaron dos hombres con ropas resplandecientes. Asustadas, se postraron hasta tocar el suelo con su rostro, pero ellos dijeron:<br/>—¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que vive? No está aquí; ¡ha resucitado! Recuerden lo que dijo cuando todavía estaba con ustedes en Galilea: “El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores y ser crucificado, pero al tercer día resucitará”.<br/>Lucas 24:1–8 – Número de diapositiva 12
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Pero María se quedó afuera llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies.<br/> —¿Por qué lloras, mujer? —le preguntaron los ángeles.<br/>—Es que se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto —les respondió.<br/>Apenas dijo esto, volvió la mirada y allí vio a Jesús de pie, aunque no sabía que era él. Jesús dijo:<br/>—¿Por qué lloras, mujer? ¿A quién buscas?<br/>Ella, pensando que se trataba del que cuidaba el huerto, le dijo:<br/>—Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo ha puesto y yo iré por él.<br/>—María —dijo Jesús.<br/>Ella se volvió y exclamó:<br/>—¡Raboni! (que en hebreo significa “Maestro”).<br/>Jesús le dijo:<br/>—No me detengas, porque todavía no he vuelto al Padre. Ve más bien a mis hermanos y diles: “Vuelvo a mi Padre, que es Padre de ustedes; a mi Dios, que es Dios de ustedes”.<br/>María Magdalena fue a dar la noticia a los discípulos. «¡He visto al Señor!», exclamaba, y les contaba lo que él le había dicho.<br/>Juan 20:11–18 – Número de diapositiva 13
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Después los llevó Jesús hasta Betania; allí alzó las manos y los bendijo. Sucedió que, mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo. Entonces, ellos lo adoraron y luego regresaron a Jerusalén con gran alegría. Y estaban continuamente en el Templo alabando a Dios.<br/>Lucas 24:50–53 – Número de diapositiva 14
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Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, vino del cielo un ruido como el de una violenta ráfaga de viento y llenó toda la casa donde estaban reunidos. Aparecieron entonces unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.<br/>Hechos 2:1–4 – Número de diapositiva 15
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<p class="captionlinks"><a href="https://www.videobible.com" onclick="window.open(this.href);return false">Visita el sitio web de VideoBible</a></p>Número de diapositiva 16